Hoy en Venezuela se nos muestra una
vez más la dificultad histórica de las masas de romper con su dirección
política, aunque ésta en distintas oportunidades demostrara ser inútil e
incapaz de resolver sus problemas y defender sus intereses de clase. La
tradición marxista nos ha demostrado por medio de la experiencia histórica de
los obreros que la clase trabajadora no abandona fácilmente sus organizaciones
tradicionales de lucha, siendo estos los partidos, las cooperativas y los
sindicatos.
Estas organizaciones a pesar de
haber sido creadas para defender los intereses del proletariado, han crecido en
el seno del capitalismo, por lo que tienden a degenerarse cuando la presión de
las masas desaparece, lo cual puede ocurrir en períodos de bienestar y auge
económico. Sin embargo, esto no ocurrió en Venezuela durante el período de
bonanza petrolera de los primeros gobiernos del Comandante Chávez, debido a que
no en todo período de bienestar económico desaparecen las presiones de las
masas.
Esto quiere decir que las presiones
no serán directamente proporcional al factor económico, sino que en ellas
inciden otros factores como la historia, el estado de ánimo de las masas, las
condiciones políticas y el desarrollo de la lucha de clases. Pero si por el
contrario dejáramos de lado estos otros factores daríamos a entender que las
presiones de las masas son un reflejo inmediato de las condiciones económicas,
lo cual no es cierto.
Aunque los factores económicos
juegan un papel importante en el desarrollo de la lucha de clases, su
incidencia no es determinante sino en última instancia. Con esto tratamos de
decir que es posible que las masas ejerzan presión a sus organizaciones y
dirigencia incluso en períodos de bienestar donde el factor económico carezca
de relevancia.
En cuanto al caso venezolano,
durante el último período de bonanza económica, las masas ejercieron cierta
presión hacia sus organizaciones y su líder, ejemplo de ello fueron las tomas
de fábricas y de tierras por parte de obreros y campesinos, empujando al propio
Chávez a ir hacia adelante.
Con esto no intentamos decir que
solo el pueblo impulsó a Chávez a avanzar, sino que esto fue parte de un
momento histórico en donde las masas y su líder se fundieron en un proceso
dialéctico revolucionario, donde Chávez a su vez también impulsó a las masas.
Este fue un período de profunda maduración política gracias a la práctica
revolucionaria y al látigo de la contrarrevolución.
Chávez y el pueblo
En Venezuela el despertar de las
masas a la vida política y a la lucha revolucionaria (como en el Caracazo) si
bien fue a causa de la acumulación de contradicciones a lo largo de varias
décadas -donde se fueron gestando condiciones objetivas para la revolución en
puerta- no se contó con el factor subjetivo (un partido revolucionario capaz y
preparado) que hubiese conducido a los trabajadores al poder mucho antes del
99. Ante tal carencia, el liderazgo del Comandante Chávez arropó de manera abrumadora
a un pueblo que se vio reflejado en él, siendo éste el elemento subjetivo
faltante en la ecuación.
Si bien existe un apego histórico de
la clase trabajadora a sus órganos tradicionales de lucha y dirección, lo
ocurrido en Venezuela trascendió en gran medida este apego natural. Chávez
logró de modo excepcional y extraordinario darle voz a los que nunca tuvieron
derecho a expresarse, supo reivindicar a los históricamente excluidos, mostró
su incansable preocupación por mejorar sus condiciones de vida y logró más allá
de sus limitaciones, educar políticamente a las masas y elevar su nivel de
conciencia con cada discurso.
Esto no significa que Chávez gozara
de dotes de perfección, simplemente fue un hombre como cualquier otro, con un
conjunto de experiencias de vida y con un gran carisma, carácter y decisión,
que al aparecer -casi de modo accidental- en el momento y lugar preciso; supo
expresar la necesidad histórica de su época, logrando despertar la empatía y
simpatía de las grandes mayorías de este país y hombres y mujeres del mundo. Un
hombre incansable que abrió las puertas al pensamiento crítico y a la
organización popular, lleno de cosas buenas y otras tantas malas, con virtudes
y defectos, pero que inmoló su vida a causa de la lucha revolucionaria.
Con esto no intentamos justificar el
culto a la personalidad, con el que la burocracia intenta manipular a las masas
diluyendo el contenido de las ideas avanzadas del líder bolivariano para
ocultar o justificar sus pretensiones. Pero desconocer semejante liderazgo y el
apego emocional de las bases chavistas con su líder, como elemento subjetivo y
hegemónico del análisis, nos haría incapaces de comprender la psicología de las
masas y de las bases del chavismo; y más aún cuando éstos resultan ser los
respaldos y los componentes ideológicos más pesados que ha poseído la dirección
bolivariana para conservar la hegemonía dentro del PSUV y del movimiento hasta
el momento.
En este sentido si desconociéramos
esto no solo caeríamos en uno de los errores básicos de los que comúnmente
comete la oposición (que hasta la fecha se rehúsa a reconocer al chavismo como
fuerza política), sino que pasaríamos por alto una variable importante para
comprender el caso venezolano, siendo esta una de las más grandes debilidades
del análisis del que parte la derecha venezolana.
Sin duda alguna, el vínculo
emocional del pueblo con la figura del Comandante Chávez ha sido tal, que ni
siquiera los años que han transcurrido desde su muerte han podido aminorar este
efecto. Incluso ante los intentos de golpes de Estado, vemos como la burocracia
bolivariana llama a la «unidad monolítica del chavismo» para la supuesta
defensa de la patria, del «Legado del Comandante Chávez» y de la Revolución.
Pero realmente con miras a la preservar el poder utilizando -una vez más- estos
elementos hegemónicos para la manipulación de las masas.
El apego hacia el líder
Entendiendo la profunda conexión
afectiva de las masas con la dirigencia que dice defender el «Legado de
Chávez», la misma que en vida de este bloqueó y saboteó sus iniciativas; se nos
facilita comprender la gran dificultad que poseen nuestros compañeros dentro de
las bases del chavismo en dar ese salto cualitativo para desprenderse y
reconocer los errores y las traiciones de sus dirigentes, que de manera
oportunista se han subido a las espaldas y a la memoria del Comandante Chávez
vanagloriándolo y convirtiéndolo en un ícono, restándole fuerza y colocándole
epítetos como el de «Comandante Supremo», «Padre Eterno» y «El Gigante», para
manipular por medio de su figura a un pueblo que aún preserva un sentimiento
afectivo a su memoria y lucha, todo con el fin de permanecer en el poder.
Ya lo hemos comentado en otras
oportunidades, denunciar los actos de corrupción y la ineficiencia de la
dirección, no convierte en reaccionarios a aquellos que apoyaron el proyecto
bolivariano del Comandante Chávez y mucho menos los convierte en traidores. Por
el contrario, demuestra una preocupación honesta y el compromiso en preservar
las conquistas alcanzadas, que hoy se encuentran en serio peligro de extinción.
El hacer esto no nos hace contrarrevolucionarios, es simplemente una crítica
revolucionaria para la rectificación y el fortalecimiento del proceso hasta la
victoria definitiva: la transformación socialista de la sociedad.
Por otra parte el que señalemos los
errores y desaciertos de una dirección viciada y degenerada por medio del
análisis concreto de la realidad, no desmerita de ninguna manera al pueblo
trabajador que se encuentra subordinado aún a esta dirigencia. Por el
contrario, conocemos la diferencia entre las masas y la dirección, y
reconocemos el compromiso y el trabajo del poder popular y de los
revolucionarios consecuentes que aún continúan dando la batalla en los
distintos frentes a pesar de la degeneración burocrática que corroe los
espacios de participación.
Desconocer a los hombres y mujeres
honestos y comprometidos que militan en las bases del movimiento bolivariano y
del partido sería un grave error; con esto negaríamos la diferencia entre la
clase, el partido y la dirección, de la que Trotsky nos advertía a la par de
que nos explicaba como la clase obrera no llega por si sola conclusiones
revolucionarias, sino que para esto necesita la construcción de un partido
revolucionario. Siendo en Venezuela, por medio del trabajo paciente del
Comandante Chávez, que el pueblo y las distintas organizaciones y líderes
sociales comprendieron la necesidad de unificar las luchas en un sólo partido
para consolidar el socialismo en la nación.
El Partido
Si bien el PSUV nació con
expectativas de convertirse en ese gran bastión de lucha, no logró consolidarse
como el auténtico partido revolucionario y por desgracia terminó degenerándose
en una simple maquinaria electoral, a pesar de los esfuerzos desde las bases,
no logró formar a la totalidad de su militancia y formar sus cuadros y
dirigentes, a hacer trabajo emancipador en las fábricas y sindicatos, a
autofinanciarse y mucho menos a organizarse internamente bajo el centralismo
democrático. Además, las decisiones importantes quedaron en las manos de una
cúpula que aparte de tener un profundo carácter burocrático, posee condiciones
materiales de existencia totalmente opuestas a las de la clase trabajadora que
dice representar.
¿Será que el presidente y sus
ministros no saben que el salario de los trabajadores no alcanza ni para
comprar un kilo de queso? Claro que lo saben, y no se trata de que trabajen
«incansablemente» para evitarlo, se trata de que a fin de cuentas se acuestan
con el estómago lleno mientras que la crisis la sostienen los trabajadores
sobre sus hombros.
Las condiciones de vida determinan
en gran medida la conciencia de los individuos, y de la misma manera en la que
cambiaron las condiciones de vida material de la alta burocracia bolivariana,
cambiaron por completo sus intereses y su conciencia. La vida que ostentan se
encuentra colmada de lujos y llena de opulencia. No podemos tapar el sol con un
dedo y mucho menos esta realidad que resulta ser grotesca ante nuestros ojos.
Sin duda, existe un divorcio entre la clase, el partido y la dirección.
El liderazgo «chavista»
El Estado se encuentra minado de
oportunistas que nunca compartieron ideales revolucionarios o estuvieron
comprometidos con el proceso de transformación socialista. ¿O acaso Zerpa, el
magistrado que se fugó a Estados Unidos, la ex Fiscal General de la República,
Luisa Ortega Díaz, y Hugo Carvajal no eran parte de la alta burocracia gubernamental?
¿Acaso no fueron estos los primeros traidores en abandonar el barco como ratas?
¿O esto también lo vamos a negar? Lo que tratamos de decir es que dentro de las
filas del gobierno existen aún más traidores que por ahora desconocemos.
«Leales siempre, traidores Nunca»
La consigna del gobierno «Leales
siempre, traidores nunca» ha sido el slogan más utilizado para hegemonizar y
manipular a las masas trabajadoras en torno a la figura del Comandante Chávez.
Pero debemos preguntarnos: ¿Realmente a quién debemos ser leales? ¿Qué es lo
que realmente no debemos traicionar? No es al hombre (el culto a la
personalidad), no es a la dirección o al partido. A lo que no debemos
traicionar es a nuestros principios y convicciones ideológicas, no debemos
traicionar a la Revolución y a nuestro deseo de hacer una sociedad más justa.
Abandonar nuestros principios y
convicciones sería traicionarnos a nosotros mismos, no a una dirección que
busca perpetuarse en el poder para salvar su pellejo invocando a la «unidad
monolítica del chavismo». La lealtad no es hacia un gobierno, es hacia la
Revolución. Ahora bien, si el gobierno está llevando a cabo la Revolución en
buena hora, pero eso no es lo que está ocurriendo. ¡Nos han traicionado!
La mayor prueba de lealtad es
conservar la conciencia limpia y las convicciones y el espíritu revolucionario
vivo. Por esto, es necesario comprender que la burocracia del partido lo que ha
intentado por distintos medios es preservar a toda costa su hegemonía, por lo
que ha disminuido por completo la tolerancia a la crítica, acusando de
reaccionarios a los verdaderos revolucionarios, fomentando la dependencia y el
asistencialismo para la justificación perenne del fracaso de sus medidas,
sobre estimando el bloqueo y las presiones internacionales, que aunque han
afectado fuertemente a nuestra economía, tampoco pueden constituirse como la
causa de todo lo que ocurre.
La Amenaza Imperialista
Ante este panorama de amenaza
imperialista y de asedio internacional, se nos ha acusado a los marxistas de
estar jugando a favor del imperialismo por no callar nuestras críticas. Por lo
que debemos recordar que los marxistas no tenemos intereses propios que se
diferencien de los de la clase obrera, defendemos siempre y en todo momento los
intereses del proletariado, porque no somos una clase a parte, pertenecemos a
ella. Los comunistas debemos ser en la práctica el sector de la clase obrera
que empuje a toda la clase hacia adelante y teóricamente poseer la mayor
claridad política ante los acontecimientos.
Es por esta razón que advertimos del
intento de la burocracia de utilizar la amenaza imperialista como catalizador
para exacerbar el nacionalismo, que por naturaleza es reaccionario, para
desviar la atención de las causas y contradicciones internas. No podemos caer
en el discurso nacionalista y en la exacerbación del sentido patrio, basta con
conocer la teoría de los conflictos para comprender que buscan utilizar la
amenaza externa para lograr la hegemonía a lo interno. Realmente la burocracia
no busca concretar las tareas de la revolución, si así fuera hace mucho tiempo
lo habrían hecho, pero han hecho todo lo contrario, generando retrocesos, como
las privatizaciones de empresas nacionalizadas.
No desconocemos el papel del
imperialismo, por supuesto que estamos en un momento histórico de presiones
imperialistas sin precedentes. Pero no se combate al imperialismo otorgándole
concesiones y oportunidad de negocios a las multinacionales estadounidenses o
llamando a Trump al diálogo. Con mayor
razón debemos reafirmar nuestra decisión de ser una nación socialista y
antiimperialista, pero principalmente de ser libres e independientes.
En este sentido lo más coherente
sería llevar a cabo una línea política revolucionaria y no una de conciliación
de clases y de subordinación al imperialismo; pero esta dirección no lo hará,
no tomarán medidas revolucionarias porque sencillamente ya no responden a los
intereses de la clase trabajadoras sino a sus propios intereses económicos y
políticos.
De no denunciar la corrupción y las
desviaciones de esta dirección corrupta y desvirtuada, nos volvemos sus
cómplices en el desmoronamiento de la Revolución, favoreciendo a la
desmoralización del pueblo, y peor aún, ayudaríamos a quienes intentan
capitalizar todo el descontento popular a su conveniencia. De esta manera,
¿Quiénes saldrían ganando con el resquebrajamiento de la revolución desde sus
entrañas? ¿A cuántos compañeros no hemos perdido gracias al desgaste y la
desmoralización a causa de la ineficiencia y la corrupción? ¡Camaradas no
podemos seguir permitiéndolo!
En este sentido, los marxistas no
apostaremos jamás por la derecha internacional y mucho menos por la burguesía
apátrida y parasitaria de este país, por lo que rechazamos el intento de golpe
de Estado y las constantes agresiones del imperialismo, pero tampoco creemos en
el apoyo ciego a una dirigencia corrupta y viciada, que nos ha hundido cada día
más con sus medidas guabinosas, claramente antipopulares y antiobreras. Es por esto
que no podemos callarnos ni ser cómplices de la impunidad y la destrucción y
socavamiento del proceso revolucionario.
La construcción de una Alternativa
Revolucionaria
Desde hace varios años y a la luz de
los acontecimientos, hemos venido denunciando el viraje del gobierno hacia la
derecha, por medio de una crítica compañera, pero llegamos al punto de
comprender el talante del engaño y la traición a la cual han sido sometidas las
organizaciones política y las bases del chavismo.
Hoy llamamos e invocamos a todos
aquellos revolucionarios consecuentes que apoyaron alguna vez el proyecto
político bolivariano, con la esperanza de la transformación socialista, para la
construcción de una alternativa revolucionaria. Con el apoyo de las bases, de
los distintos grupos y organizaciones políticas de izquierda que se encuentren
comprometidas con el movimiento de los trabajadores, podremos recuperar a la
Revolución y evitar que se pierda.
Necesitamos una alternativa
revolucionaria y abocarnos a la construcción de un verdadero partido, para
unificar la lucha en los distintos espacios y llevar a cabo las tareas de la
revolución, la defensa real de nuestros recursos e intereses de clase, y una
línea política coherente.
Actualmente, la dirigencia se jacta
de ser antiimperialista mientras abre las puertas de par en par a la voracidad
de economías como las de Rusia y China, en detrimento de nuestro futuro. Con esto
no tratamos de polemizar o de desconocer el valor estratégico de las alianzas,
éste no es el momento para ello, solo dejamos en claro que no pecamos de
ingenuidad y estamos conscientes de la inconsistencia del discurso y el
accionar político del gobierno. A cada cosa hay que llamarla por su nombre y no
permitir el engaño a las masas.
Los marxistas no somos una cofradía
de intelectuales como nos quieren hacer ver para descalificar y desconocer nuestro trabajo en
las bases, fábricas y sindicatos; comprendemos que su ataque responde al temor
de nuestra crítica y al arsenal teórico que nos respalda.
Los comunistas somos parte del
movimiento vivo de la clase trabajadora, estamos dentro de la lucha y nos
organizamos y militamos por la construcción de un mundo mejor, para esto
debemos fortalecer nuestra organización, ampliar nuestros espacios de
intervención y seguir defendiendo la revolución mundial y en Venezuela.
¡Organízate y milita con nosotros!
¡Construyamos una Alternativa Revolucionaria!
¡Únete a Lucha de Clases!
Publicado el 4 mayo de 2019
https://luchadeclases.org.ve/?p=7423
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