Uno de los
planteamientos básicos del marxismo, es aquel que refiere a la incidencia
determinante de las condiciones de vida material en la conciencia de los
individuos. Esto lo hemos visto reflejado en el comportamiento de infinidad de
dirigentes políticos en nuestro país, quienes a pesar de su origen humilde, han
dejado de responder a los intereses de las clases oprimidas, y se han puesto al
servicio de la dinámica corrupta del Estado burgués y las clases dominantes, una
vez que asumieron altos cargos burocráticos y de elección popular (ministerios,
gobernaciones, alcaldías y diputaciones).
Rodeados de
guardaespaldas y en camionetas lujosas, estos burócratas se han entregado a su
nueva realidad socioeconómica, desarrollando incluso insensibilidad y repudio
hacia aquellas clases que dicen representar y a las cuales pertenecieron alguna
vez. Estas nuevas condiciones de vida, llevan a la adopción, por parte de estos
individuos, de ideologías como el reformismo entre otras, que justifican el
orden social actual, el status quo y todo lo que combatieron en algún
momento.
Las condiciones
de vida y la conciencia de clase
Entonces,
¿llegamos a la conclusión fatalista de que todos los políticos son corruptos y
farsantes? Claro que no. Pero es necesario que comprendamos que si ciertas
condiciones de vida material son las que han empujado a un líder social a
emprender una lucha determinada, en el momento en el que tales condiciones no
estén presentes o sean reemplazadas por prebendas, negocios, comisiones y todas
las mieles corruptoras del Estado burgués, es muy probable qué tal voluntad
combativa se extinga. Esto no se trata de que el individuo sea una buena o mala
persona, se trata de que al haber un cambio en su entorno socioeconómico, de su
salario, de sus condiciones de vida, al carecer de una formación política
sólida y de una fuerte presión de sus bases y del partido que lo respalda, sus
intereses probablemente pasarán a corresponder con los de la nueva clase o capa
social a la cual ahora pertenece.
Es común notar
como personajes corrompidos y burocratizados, que llegaron hasta donde llegaron
traicionando y aprovechando para sí la lucha de los sectores oprimidos,
desarrollan tanta afinidad hacia la clase dominante, con la cual suelen
negociar, con indolencia ante las diversas problemáticas que enfrenta el pueblo
trabajador de manera cotidiana. Lo último, tiene que ver con el hecho de que
estos individuos, desde hace mucho tiempo, ya no tienen contacto con la
realidad material de los trabajadores, no padecen las calamidades de la
insuficiencia salarial, no toman metro o unidades de transporte colectivo, no
soportan el mal estado de los servicios públicos, entre otras. Montados en sus
automóviles de lujo con sus respectivos choferes, residiendo en urbanizaciones
de clase media alta, y manteniendo reuniones frecuentes con empresarios u otros
burócratas, es claro que la conciencia de estos personajes está movida por la
lucha constante para seguir ascendiendo en la escala social. Esta dinámica
enrarecida y corruptora, indudablemente "desclasa" a los "representantes"
del pueblo humilde.
Cuando hablamos
de que los verdaderos revolucionarios tenemos conciencia de clases, nos
referimos a que reconocemos los intereses de la clase social a la cual
pertenecemos: la clase trabajadora, oprimida y explotada, y en este sentido,
obramos en función de organizar y brindar dirección política a esta de cara a
su emancipación. Pero la conciencia de clase, no es exclusiva de la clase
trabajadora, perfectamente un empresario puede ser consciente de su papel y del
nuestro en el desarrollo de la producción, y por ello, defender ferozmente la
propiedad privada y las relaciones sociales de producción que prevalecen. La
mayor muestra política de una auténtica conciencia de clase para un
revolucionario, es la permanencia de este dentro de los niveles de vida del
pueblo trabajador. Si un líder político vive los problemas cotidianos de la clase oprimida que intenta
representar, estará movido a luchar por transformar la situación.
El diputado
marxista
Ahora bien,
¿cuál es el planteamiento que hacemos los marxistas en torno al papel de los
revolucionarios en el parlamento? En principio, todo candidato, y eventual
diputado revolucionario, debería estar sujeto a un programa revolucionario, y
por tanto, a ciertos compromisos que no solo corresponden a principios
políticos sino a otros de tipo organizativo, como ejecutar la política que
construya su organización y asumir el escrutinio permanente de esta sobre cada
aspecto de su accionar como representante de la clase.
Lo anterior es
importante, puesto que una efectiva presión política y el seguimiento constante
a sus cuadros por parte de la organización revolucionaria, puede disminuir la
probabilidad de que estos se corrompan. Una de las principales
responsabilidades de todo cuadro revolucionario consiste en difundir
ampliamente las ideas y el programa revolucionario, y para ello, es
imprescindible enseñar con el ejemplo. El candidato o candidata marxista debe
ser portavoz de las diversas luchas obreras, campesinas y populares, y de ser
electo, debe combinar la agitación revolucionaria en el parlamento con la
movilización popular desde afuera.
Entendiendo el
ambiente enrarecido y absorbente del Estado burgués, que, por medio de
privilegios, prebendas y corrupción, modifica la conciencia de los dirigentes
obreros y populares, el diputado marxista debe ser consciente en todo momento
de que este entorno puede generar presiones a las cuales solo puede resistir de
la mano de la formación política, del respaldo de su organización y por medio
de su trabajo de base, del cual no se puede desprender. En este sentido, las
condiciones de vida del diputado y el político marxista en general, debe
corresponder con las de la clase trabajadora a la cual intenta representar. Con esto no planteamos
la lumpenización de los cuadros. ¡Para nada! Es necesario que los cuadros
revolucionarios puedan mantener un nivel de vida digno, que los mantenga
activos y concentrados para desarrollar su actividad política. Pero, estas
condiciones materiales dignas no pueden, bajo ningún concepto, apartarse del
nivel general de los trabajadores.
Mientras, como
revolucionarios, luchamos por mejorar las condiciones de vida del conjunto de
la clase trabajadora y campesina, proponemos garantizar que nuestros
representantes en el parlamento –y todos los altos cargos públicos– obtengan un
salario digno, pero que este no los separe de sus bases sociales por realizar
un trabajo que corresponde por compromiso y convicción. Entendiendo las
particularidades y limitaciones nacionales, derivadas de la crisis estructural
del capitalismo venezolano, donde los políticos en nuestro país tienen una vida
de opulencia, mientras los trabajadores estamos condenados a una vida de
miseria, el diputado marxista debe ser ejemplo vivo recibiendo un salario que
le permita vivir dignamente, destinando el excedente a su organización política
para que su dirección la canalice, bajo claros parámetros de transparencia y
rendición de cuentas, al financiamiento de sus actividades dirigidas al
fortalecimiento de la lucha de clases, para fortalecer la lucha obrera,
campesina y popular.
De esta manera,
se puede evitar el distanciamiento entre el cuadro destinado a la actividad
parlamentaria y la clase trabajadora de la que proviene. No se trata, como
algunos quieren hacer creer, de la socialización de la miseria, se trata de ser
consecuentes con nuestras acciones y conscientes de las desviaciones que el
sistema capitalista promueve para corromper y desvirtuar a nuestros cuadros.
Luchar por la revolución no puede ser un privilegio, debe ser un deber que
asumimos solo por principios y convicción.
¡Por un salario digno para los trabajadores!
¡Diputado obrero, salario obrero!
¡Rescatemos las banderas del socialismo!
¡Revolución o Nada!
Así cantan los gallos de la APR. Bravo!
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